Cuando se agita el fantasma de un posible giro hacia posiciones fundamentalistas en Túnez, no sólo parece estar desconociéndose la realidad actual sino también la historia milenaria del país más pequeño del Magreb o del Tamazgha, como se lo llama por aquí en lengua bereber.
La convulsión política en que está envuelto Túnez desde la caída de Zine el Abidine Ben Alí, parece no haber turbado los criterios de amplitud y tolerancia de todos los partidos políticos cuando de reformar la Constitución se trata.
El amplio debate giró en torno a si debía incorporarse el término "laicidad" a la nueva Carta Magna, y si bien se acordó no hacerlo porque el islam es la identidad religiosa de la mayoría de la población y se mantendrá como religión oficial, Túnez no será un Estado religioso y respetará la libertad de cultos.
Esta decisión no hace más que respetar la historia tunecina, en donde conviven en paz desde hace milenios musulmanes de distintas escuelas y judíos que llegaron básicamente en tres grandes oleadas inmigratorias.
La historia que relatan por estas tierras dice que los primeros judíos llegaron tras la destrucción del primer Templo de Jerusalén, en el 587 antes de Cristo, a la región de Djerba.
Allí siguen siendo numerosos como comunidad y mantienen a La Ghriba, la sinagoga más antigua y construida sobre una piedra de aquel templo destruido por el rey babilónico Nabucodonosor.
Más tarde llegaron los moriscos expulsados de España y por último los que acá se conocen como judíos livornos, expulsados en el siglo XVII de Livorno, Italia, y que se instalaron en la capital tunecina.
La tolerancia de convivir ya no en grandes ciudades sino en pequeños poblados ayuda a entender por qué la nueva Constitución seguirá respetando la pluralidad religiosa. Aunque las diferencias no sólo se presentan con los judíos, sino entre musulmanes también.
En Túnez la mayoría de la población es sunnita de la escuela o rito Maliki, aunque existió un principado de la minoría chiita que se instaló en Kallah, precisamente la capital del sunnismo. Como el pueblo no lo seguía, se trasladó primero a Mahdía y finalmente a El Cairo.
Al irse dejó una dinastía bereber, aunque los sunnitas siempre tuvieron una vida normal. Posteriormente llegó el tercer grupo de islamistas, los jariyíes, una minoría que aún sigue estando en Djerba y que al igual que el resto, convive sin problemas.
Las razones de esta pacífica situación, según coinciden los estudiosos del tema consultados por este enviado, hay que buscarlas en que en islam en Túnez se ha estudiado desde hace siglos y no es producto de una imposición a través de leyes y decretos, lo que le da una característica de aplicación más tolerante que en otros países.
No hay que olvidar que la Universidad de Zitouna fue la más antigua del islam, incluso más que la de El Cairo, y que allí se formaron intelectuales no sólo tunecinos sino de Africa del Norte en general.
La convulsión política en que está envuelto Túnez desde la caída de Zine el Abidine Ben Alí, parece no haber turbado los criterios de amplitud y tolerancia de todos los partidos políticos cuando de reformar la Constitución se trata.
El amplio debate giró en torno a si debía incorporarse el término "laicidad" a la nueva Carta Magna, y si bien se acordó no hacerlo porque el islam es la identidad religiosa de la mayoría de la población y se mantendrá como religión oficial, Túnez no será un Estado religioso y respetará la libertad de cultos.
Esta decisión no hace más que respetar la historia tunecina, en donde conviven en paz desde hace milenios musulmanes de distintas escuelas y judíos que llegaron básicamente en tres grandes oleadas inmigratorias.
La historia que relatan por estas tierras dice que los primeros judíos llegaron tras la destrucción del primer Templo de Jerusalén, en el 587 antes de Cristo, a la región de Djerba.
Allí siguen siendo numerosos como comunidad y mantienen a La Ghriba, la sinagoga más antigua y construida sobre una piedra de aquel templo destruido por el rey babilónico Nabucodonosor.
Más tarde llegaron los moriscos expulsados de España y por último los que acá se conocen como judíos livornos, expulsados en el siglo XVII de Livorno, Italia, y que se instalaron en la capital tunecina.
La tolerancia de convivir ya no en grandes ciudades sino en pequeños poblados ayuda a entender por qué la nueva Constitución seguirá respetando la pluralidad religiosa. Aunque las diferencias no sólo se presentan con los judíos, sino entre musulmanes también.
En Túnez la mayoría de la población es sunnita de la escuela o rito Maliki, aunque existió un principado de la minoría chiita que se instaló en Kallah, precisamente la capital del sunnismo. Como el pueblo no lo seguía, se trasladó primero a Mahdía y finalmente a El Cairo.
Al irse dejó una dinastía bereber, aunque los sunnitas siempre tuvieron una vida normal. Posteriormente llegó el tercer grupo de islamistas, los jariyíes, una minoría que aún sigue estando en Djerba y que al igual que el resto, convive sin problemas.
Las razones de esta pacífica situación, según coinciden los estudiosos del tema consultados por este enviado, hay que buscarlas en que en islam en Túnez se ha estudiado desde hace siglos y no es producto de una imposición a través de leyes y decretos, lo que le da una característica de aplicación más tolerante que en otros países.
No hay que olvidar que la Universidad de Zitouna fue la más antigua del islam, incluso más que la de El Cairo, y que allí se formaron intelectuales no sólo tunecinos sino de Africa del Norte en general.
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