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dimanche 26 juin 2011

De París 1968 a Túnez 2011



Túnez, Egipto, Libia, Yemen, Barhein, Siria, brotes en Jordania y Marruecos. Pero también indignados en España, rebote en las calles francesas e italianas, manifestaciones explosivas en Grecia, incipientes en Alemania… ¿Un nuevo Mayo francés? Quizás no, pero no por eso menos agudo para estudiarlo.

Ayer
Aquella fue una auténtica contracultura, una revolución musical, cultural, sexual, libertaria, transversal y trascendente. Era el resultado de un fuerte descontento con el sistema de Berlín a Puebla, de Londres a Ciudad del Cabo, que pretendió ser disimulado con el mote de “conflicto generacional” o “neoclasista” para tapar la indignación (porque también lo fue) contra la desigualdad, la injusticia, los condicionamientos.
El establishment, claro, lo vivió como “desobediencia”; y para la soberbia autoritaria eso implicaba “castigo”. Pero los jóvenes se rebelaron en las plazas californianas contra Vietnam y se subieron a los tanques que Moscú mandó a Praga. Había expectativas en los intelectuales. Los jóvenes encontraban eco en las demás generaciones y se sentían Pulgarcito contra los gigantes (EEUU y la URSS).
Hubo un error (¿inexperiencia?). Faltaba organizarse y eso los (nos) debilitó, fue dispersando el movimiento; incluso en la década siguiente lo que sobrevivía creyó que la salida era la radicalización y los ‘70 fueron la antítesis de la Paz que reclamábamos en los ´60. La violencia imperó, se pasó del romanticismo a la exaltación. Y quizás el último estertor de aquel tiempo fue la esplendorosa fiesta de la Caída del Muro de Berlín, cuando a muchos ya nos había abandonado la adolescencia y otros caían en un neo-conservadurismo cuarentón.
Quedó el recuerdo imborrable, quedó un nuevo espacio para la mujer, quedó una nueva concepción del arte, quedó un fondo musical que sobrevivió en nuestros hijos/nietos de la mano de inmortales como Lennon y Jagger. Y la idea de que en la juventud podían estar las semillas de una realidad distinta; y que aún desarmada, cantando, festiva, irónica y mordaz, sin necesidad de tomar las armas, se podía construir una avanzada poderosa contra la lógica blindada del poder.

¿Hoy?


Estudiantes y jóvenes profesionales, como aquéllos, llegaron a inmolarse en Túnez reclamando democracia, libertades y trabajo. Los mismos que en Egipto fueron capaces de “ablandar” al histórico ejército y derrumbar al remedo de faraón que pretendió ser Mubarak. Los mismos que se hartaron del delirio de Khaddafi, de los abusos del régimen yemenita, de la falta de respuestas sirias, de la asfixiante opresión saudí.
Pero habría más. Cruzando el Mediterráneo, esa misma masa crítica social envió un mensaje de renovación de la conciencia cívica en paz, claramente en paz, para quitar justificativo a toda represión. De hecho, en la revuelta de los “indignados” se vetó a los que abogaban por el camino del destrozo. Reconociendo la primavera árabe como ejemplo de acción contra las injusticias, pusieron en blanco sobre negro su rechazo hacia dirigentes políticos, Bolsas y Bancos, contra la que llamaron “oligarquía económica” y “tiranía de déspotas”, apostando a otra mundialidad posible opuesta a la mundialidad financiera.
Como reacción ante “las injusticias” del sistema se instaló primero como un campamentismo urbano con algo de folklore hippie resucitado, para luego, a caballo de la escasa respuesta pública (y la que hubo fueron palos) multiplicarse a través de las redes sociales. Alcanzaron asambleas de barrio y ganaron vitalidad expresiva de su hartazgo, desencanto e incomprensión. Ya no es un arranque madrileño, lo vivieron de norte a sur: Barcelona, Valencia, Sevilla y varios centros en Galicia, con diferente intensidad.
¿Piden lo mismo que los jóvenes de la ”Primavera árabe”? No, por cierto. Arranca parecido, con juventudes motivadas a través del general Facebook, el mariscal Twitter y la comandante Internet. Pero mientras los árabes piden lo que nunca tuvieron (democracia, canales de expresión, mejor calidad de vida), los jóvenes europeos reclaman no perder lo que fue parte de su modus vivendi. Es decir, unos quieren lo que los otros tuvieron, y éstos sienten que lo están perdiendo.
Las autocracias del Norte de África y Oriente Medio les cerraron la boca. Las democracias europeas no dan respuestas, sumidas en la tormenta perfecta desatada por los mercados financieros. Se sumó la juventud francesa, en especial los hijos de inmigrantes que han nacido en suelo galo y no se les reconoce como tales. Con ellos, muchos más salieron a la calle pidiendo democracia real al grito de “París, despierta!” sin olvidar el pasado: “Mayo 68 pidió lo imposible, Mayo 2011 lo conseguirá”. Y adhirieron a los indignados jóvenes ingleses, irlandeses griegos e italianos.
Se habla de diversidad en el mundo, cultural, religiosa, política. Pero existen fuerzas unificadoras: la asfixiante tenaza financiera, la búsqueda de una mejor distribución, el rechazo a la dirigencia sorda. Hay un objetivo: transformar la realidad. Hay una masa crítica común: los jóvenes. ¿Es más lo que los une o lo que los diferencia? ¿Los separa el qué o los separa el cómo? Una cosa deberán aprender: no alcanzan carpas ni pancartas. Una cosa aprendieron: no sirve la violencia. Otro mundo es posible, o mejor dicho, otro mundo es necesario.

La paradoja belga

Curioso: siendo un país más bien “conservador”, Bélgica se volvió el sueño de indignados y anarquistas. Disciplinados como son, se las ingeniaron para pasar más de un año sin gobierno y para que la vida siguiera como si tal cosa. No se partió en dos, no se derrumbó su economía, sigue siendo la sede de la Unión Europea y no entró en caos. Sus manifestantes callejeros protestan comiendo papas fritas (literal) o dejando de afeitarse.
Desde que en junio de 2010 el partido independientista flamenco N-VA ganó las elecciones pero no la mayoría, que no puede formar gobierno superando a Irak que llegó a estar 289 días sin contar con autoridades consolidadas. Los diarios locales ya lo toman con mucha sutileza: “Bélgica está en pie, no se evaporó, simplemente es un poco menos belga”, publicó Beatrice Delvaux, editorialista jefe de “Le Soir”.
El colmo de la ironía provino de la senadora socialista Marleen Temmerman quien, parafraseando a la “Lisístrata” de Aristófanes, dijo a la cadena radial RTL: "Si todas nos ponemos de acuerdo en la abstinencia sexual hasta que se decidan, estoy convencida de que podremos lograr que las negociaciones para formar gobierno avancen más rápido. Ya se sabe qué prioridad le dan los hombres en esas cosas". Genial. Muy, pero muy belga.

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