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dimanche 1 mai 2011

Tres meses después de la caída de Ben Ali, tunecinos analizan consecuencias

Sólo han pasado tres meses desde que empezó la revolución, pero los tunecinos ya están divididos por sus consecuencias: para algunos sólo ha favorecido el desorden y la inseguridad, mientras que para otros es un éxito, que pasará por una difícil etapa de hasta cuatro años.
"No podemos salir tranquilamente por la noche con todos estos atracos, francamente no puedo salir de casa después de las 20H00. ¿Manifestarse todos los días, criticar a todo el mundo, vender cualquier cosa en las aceras, aparcar de cualquier forma significa que vivimos en plena democracia? ¡Realmente, es triste lo que ocurre en Túnez!", exclama Souha, una empleada de banca.
Desde el 14 de enero, día de la huida del presidente Ben Ali, los jóvenes se manifiestan a diario en el centro de Túnez, además de celebrar huelgas y sentadas en distintas empresas para reclamar aumentos salariales y contrataciones.
El martes, el primer ministro, Beji Caid Esebsi, activó las alarmas al denunciar "desbordamientos inaceptables", citando -entre otras cosas- las manifestaciones a su juicio demasiado frecuentes.
"Recuerdo a todos los tunecinos que están concernidos por esta situación", que "amenaza" la producción de importantes empresas y "no beneficia al país", advirtió.
En la prensa, cada día se publican más editoriales y comentarios críticos de "ciudadanos". "Me duele mi país", escribe uno, "¿Dónde están las promesas hechas en nombre de la revolución?", se pregunta otro.
"En todas las transiciones democráticas hay desorden, y es normal. Tras 55 años de represión (desde la independencia, ndlr) la gente experimenta la necesidad de hablar, de exteriorizar todo lo que tiene en el corazón. Los tunecinos no están todavía acostumbrados a expresarse de forma organizada", estima el sociólogo Moncef Wannas.
"Es una etapa obligada cuando se pasa de un régimen autoritario a una democracia", explica el politólogo Slah el Jorchi.
Según él, hay "residuos" del antiguo régimen que "intentan siempre frenar todo proceso democrático", por no hablar de "nuevas fuerzas (políticas) que todavía no tienen una visión clara".
Las repetitivas manifestaciones y sentadas "no pueden fragilizar nuestras instituciones y aumentar la tasa de paro y tengo miedo de que estos fenómenos persistan durante el período de elecciones", cuenta El Jorchi.
El 24 de julio, los tunecinos votarán libremente por primera vez desde la independencia para elegir una asamblea constituyente encargada de construir las bases de la II República.
"Para muchos tunecinos, la revolución no significa 'hacer lo que se quiere'. Se arriesgan a pagarlo caro porque sólo creará un sentimiento de desesperación contrario a los principios de la revolución: el optimismo y la motivación para realizar los cambios", insiste El Jorchi.
Para Hmida Ennaifer, escritor e islamista independiente, "no se trata de desorden total". "Hay atracos, robos, tortura en las cárceles desde hace tiempo, pero el antiguo régimen hacía que no se viera. Ahora, la tapa ha saltado", asegura.
"Estamos en un período de transición revolucionaria, con violencia verbal y a veces física". "No podremos hablar de transición democrática hasta después de las elecciones" de julio, señala.
Mabruka, realizador, se muestra mucho más positivo: "Tal vez hay desorden e inseguridad, pero también hay libertad", explica contento.
"Ahora puedo tratar todos los temas, incluso los más audaces, sin autorización y sin tener miedo de la reacción de las autoridades. Esperemos que dure", suspira Mabruka.

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