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mardi 23 août 2011

ESPECIAL: Oriente Medio y Norte de Africa bajo drásticas transformaciones

Oriente Medio y el Norte de Africa, que ya sufrieron amplios cambios hace medio siglo sobreponiéndose a la colonización, han alcanzado una vez más un punto crítico que puede llevar a transformaciones fundamentales.
Protestas antigubernamentales se han extendido repentinamente, pero no sin razón, por ambas regiones este año. Los movimientos que han propiciado estas manifestaciones ya han conseguido derrocar a algunos gobiernos que en su día parecían muy afianzados en el poder, y poner a otros en una situación bastante inestable.
Evidentemente, es el anhelo de la población de las citadas regiones que las actuales transformaciones, de cáriz drástico y duro, resulten en una mejor gobernación, unas mejores condiciones de vida, y un orden social más justo.
CAMBIO IRRESISTIBLE
Tanto Oriente Medio como el Norte de Africa han estado experimentando cambios drásticos y deslumbrantes en los últimos meses. Hasta cierto punto, no se puede evitar la agitación.
El pasado 14 de enero, el presidente tunecino Zine al-Abidine Ben Ali, se precipitó al exilio tras 23 años en el poder.
El 11 de febrero, el presidente egipcio Hosni Mubarak, al mando del país la últimas tres décadas, dimitió de manera vergonzosa.
El 4 de junio, el presidente yemení Ali Abdula Saleh, que gobernó durante 33 años, dejó el país marchándose a Arabia Saudí para ser tratado de las heridas sufridas por fuego de mortero rebelde.
El 22 de agosto, el paradero del líder libio Muamar Gadafi ha pasado a ser desconocido, cuando los rebeldes comenzaron a rodear uno de sus últimos bastiones en la capital.
Todos ellos eran líderes del pueblo con comienzos humildes. Todos nacieron en familias pobres, crecieron en áreas remotas, y a una temprana edad pasaron dificultades y amarguras enfrentándose a sus compatriotas. Todos treparon la escala social en el ejército y llegaron al poder con el apoyo de las tropas.
Durante los primeros años de mandato, todos ellos prometieron mantener la bandera socialista democrática de estilo árabe, destacando la libertad, la igualdad y la abundancia. Retrataron para sus pueblos una sociedad de ensueño con una buena gobernación y una economía próspera, atrayendo así la confianza, el respeto y el entusiasmo de la gente de a pie,
Pero la mayoría de sus promesas resultaron ser castillos en el aire que nunca llegaron a materializarse.
Poco a poco fueron perdiendo su vigor político, se volvieron indiferentes a las exigencias del pueblo y pasaron a vacilar en el momento de realizar nuevas reformas.
Con el paso del tiempo, los primeros logros de estos líderes perdieron lustre, sus gobiernos se infestaron de una corrupción rampante, sus países se quedaron atrasados respecto a las megatendencias globales, y generaciones de jóvenes se convirtieron en adultos sin suficientes oportunidades de empleo.
Los pueblos de estos países, en busca de una vida mejor, perdieron su ímpetu y comenzaron a impacientarse cada vez más.
Durante años, muchos políticos y expertos han avisado de que si llegara a romperse el viejo orden en Oriente Medio y en el Norte de Africa, se abriría una Caja de Pandora que llevaría a estas regiones a ser acosadas por el extremismo religioso, un terrorismo flagrante e incluso caos a nivel nacional.
Estas advertencias contribuyeron en su día a frenar la rebelión.
Sin embargo, los pueblos de estas regiones perdieron finalmente la paciencia y la confianza en sus líderes, quienes se alienaron de las masas y los tiempos.
La autoinmolación de un joven vendedor en un pueblo remoto de Túnez se convirtió en la gota que colmó el vaso, provocando infecciosas protestas antigubernamentales en la región.
La situación está fuera de lo que se esperaba, pero dentro de la razón.
Al principio de la segunda década del siglo XXI, las ruedas históricas de Oriente Medio y del Norte de Africa, tras un largo periodo de silencio, se han vuelto a poner en marcha repentina y ruidosamente, sorprendiendo al mundo.
INTERVENCION EXTERNA
Los países de la región de Oriente Medio y del Norte de Africa producen la mayor parte del petróleo mundial, y juegan un rol importante en la geopolítica internacional. Varias fuerzas políticas externas han permeado la región, justo después de que comenzaran las protestas y las turbulencias, para alcanzar sus intereses.
Una versión moderna de la historia narrada en la novela "Historia de dos ciudades", de Charles Dickens, se está llevando a cabo en Libia, cuyas dos mayores ciudades, la capital Trípoli y Benghazi, están situadas en la costa sur del Mar Mediterráneo.
Durante los últimos seis meses, el bando de Gadafi, asentado en Trípoli, en el noroeste de Libia, ha estado luchando a vida o muerte con la oposición, cuyo bastión se ha situado en la ciudad nororiental de Benghazi apoyados por la abrumadora fuerza aérea de la OTAN.
La brutal guerra civil casi ha cerrado los campos petrolíferos de Libia, ha paralizado la mayor parte de sus infraestructuras, ha causado numerosas víctimas civiles, y ha provocado que muchos refugiados huyan a países vecinos y hacia Europa.
La situación en Yemen no es mucho mejor: las milicias de su mayor tribu siguen luchando ferozmente contra las tropas leales al presidente Saleh; combatientes de Al Qaeda han ocupado desde mayo Zinjibar, la capital provincial de Abyan, en el sur del país, formando el llamado Emirato Islámico; Incluso los piratas se han aprovechado del caos, y han ocupado la isla yemení de Socotra, organizando en ella una base de reabastecimiento.
Por su parte, Siria, que cuenta con una gran importancia geopolítica en Oriente Medio, también ha protagonizado meses de protestas y violencia.
El presidente sirio Bashar al-Assad, ha adoptado desde el principio una doble táctica: por un lado ha puesto en marcha algunas reformas políticas y económicas, mientras que por otro se ha enfrentado a la oposición con mano de hierro, haciendo uso de sus fuerzas.
Estados Unidos, después de observar la situación siria ha urgido a que se lleve a cabo un "cambio fundamental" en el país.
La verdad es que las cosas en Libia habrían sido totalmente diferentes sin la intervención militar de la OTAN. Mientras tanto, potencias occidentales, principalmente Estados Unidos, han hecho frecuentes comentarios sobre la situación de la región provocando a la conciencia pública.
Muchos analistas estarían de acuerdo en que detrás del viejo orden que se desmorona y de los recientes disturbios que están agitando Oriente Medio y el Norte de Africa, la intervención de Estados Unidos y Europa ha sido crucial.
CIUDADANOS PERPLEJOS
Tamie Swazi es un joven de 26 años de edad, uno de las decenas de millones de Egipto.
Un día a principios del pasado mes de julio, Swazi, que proviene de una provincia oriental egipcia, y sus amigos volvieron a colocar una tienda de campaña en la desgastada Plaza Tahrir, para llevar a cabo una nueva ronda de protestas. Tiendas de campaña similares comenzaron a verse por toda la plaza.
Los manifestantes, menos de cinco meses después de haber derrocado a Mubarak con protestas a nivel nacional, se han vuelto impacientes.
Exigen vehementemente reformas más rápidas y profundas por parte del gobierno de transición y del ejército, que ya han hecho concesiones significativas que incluyen haber pospuesto las elecciones parlamentarias, y haber reformado el gabinete.
De la misma manera, manifestantes descontentos se dieron cita en las plazas de Túnez, advirtiendo de una posible "segunda ronda de la revolución".
Los manifestantes, que derrocaron a la administración de Ben Ali, se quejan con un tono perplejo de que todavía siguen desempleados y devastados por la pobreza, los pobres siguen pobres, y los ricos siguen ricos. Incluso los funcionarios del gobierno son "caras viejas".
"Parece que nada ha cambiado", se quejan.
De hecho, sus opiniones pueden ser demasiado pesimistas, ya que algunos signos positivos sí que han emergido. Se ha relajado el sofocante control social, se ha frenado en mayor o menor medida la salvaje corrupción, ni el extremismo religioso ni el terrorismo se han disparado fuera de control y se han mejorado las vidas del pueblo y las economías.
Los gobiernos de transición de Túnez y Egipto, perseguidos por las nuevas protestas en las calles, están faltos de recursos y métodos efectivos para rejuvenecer sus economías. Al mismo tiempo, los disturbios crónicos mantienen las inversiones y el turismo alejados.
Para rematar, la guerra civil libia ha forzado a unos 2 millones de egipcios y a casi un millón de tunecinos a volver a sus países de origen, lo que ha empeorado la situación de desempleo de las dos últimas naciones.
Los manifestantes se han dado cuenta de manera gradual de que el colapso de los viejos regímenes no significa necesariamente una vida mejor y más feliz de manera inmediata.
CONDICIONES CARACTERISTICAS
Los países afectados por los últimos disturbios y violencia, incluyendo Túnez, Egipto, Libia, Yemen, Siria y Bahréin, comparten muchas similitudes.
Todos ellos han sido gobernados durante mucho tiempo por líderes poderosos con autoridad absoluta. Sus gobiernos han ignorado las infraestructuras, los servicios públicos y las vidas del pueblo. Las sociedades se han plagado de enormes brechas en la distribución de la riqueza, una corrupción omnipresente y un desempleo desorbitado.
Sin embargo, dejando a un lado las similitudes, estos países también cuentan con características distintivas, y son éstas las que han decantado la balanza hacia de cada país hacia destinos distintos.
Túnez, por ejemplo, no implementó la ley marcial, a diferencia de Egipto, cuyo ejército tomó el control del país.
Los presidentes de Túnez y de Egipto fueron derrocados, mientras que los líderes de Siria y Yemen permanecen en el poder, al menos por ahora. En Libia, las fuerzas de Gadafi todavía dominan algunas partes de la capital pero están perdiendo claramente el control del país.
Es más, la OTAN ha llevado a cabo meses de ataques aéreos contra Libia, pero ha mantenido su distancia respecto a Siria y Yemen.
Durante la segunda mitad del siglo XX y la primera década del XXI, muchos países de medio Oriente y del Norte de Africa se han visto envueltos en guerras regionales, conflictos domésticos, terrorismo, y la amenaza de la proliferación nuclear, entre otros problemas.
Por este motivo, muchos países de la región se han distanciado de la tendencia al desarrollo mundial, marginalizándose cada vez más.
Sin embargo, al principio de la segunda década de este siglo, Oriente Medio y el Norte de Africa han dejado al mundo boquiabierto gracias a una feroz ola de protestas, violencia y drásticas transformaciones dirigidas por jóvenes habilidosos con las nuevas tecnologías.
Las actuales transformaciones no han producido por el momento suficientes beneficios tangibles para la población local, aunque posiblemente sí han abierto el camino hacia un futuro mejor.
No obstante, sólo mediante el duro trabajo, la persistencia, y un espíritu constructivo, en vez de destrucción indiscriminada, podrá la gente de la región evolucionar y disfrutar de una paz y una prosperidad duradera.

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