Barack Obama se preguntó ayer en su discurso de apoyo a las rebeliones árabes cuál es el papel de Estados Unidos en esta historia. Y él mismo se contestó: pagar para mantenerlas. Y es que el presidente estadounidense presentó ayer su plan de ayuda a las revueltas que se han llevado a cabo en el norte de África y en Oriente Medio en los últimos meses. Un plan que tiene, como él mismo explicó, paralelismos con el que su país y Europa pusieron en marcha tras la caída del muro de Berlín para impulsar la democratización de los países de Europa del Este.En este caso, Obama anunció ayudas concretas sobre todo a Egipto, pero también habló de buscarlas para Túnez. Y anunciándolas con un discurso que fue seguido en todo el mundo, el mandatario norteamericano estaba lanzando un mensaje a otros países de la región: si seguís adelante con la rebelión, os ayudaremos económicamente.
Para empezar, Estados Unidos condonará la deuda que Egipto tiene con Washington por importe de mil millones de dólares y además promoverá que diferentes organizaciones financieras mundiales y la Unión Europea ayuden a impulsar los mercados de estos países.
Adelantó también que ayudarán a estas naciones a recuperar «los fondos que les fueron robados», en clara alusión a las cuentas que poseían en el extranjero los ex dictadores Ben Alí y Hosni Mubarak.
Obama comenzó recordando al joven tunecino Mohamed Buazizi que se quemó a lo bonzo como protesta por un atropello policial y cuya acción dio lugar a la revuelta. El presidente estadounidense afirmó que dos de los dictadores que controlaban estos países ya han abandonado el poder y que «otros podrían seguirlos». Volvió a justificar la intervención en Libia e hizo una advertencia al presidente sirio, Al Asad, al que dijo que «puede liderar la transición -hacia la democracia- o puede apartarse a un lado».
Rememoró también que fueron las calles de Teherán las primeras en las que hubo protestas y que algunos de los aliados de Estados Unidos, como Yemen y Bahréin, están acallando las revueltas de forma violenta y no han reaccionado «como nosotros querríamos».
Y aunque dijo entender que las revueltas preocupen a sus conciudadanos, afirmó que la historia de su país también tiene episodios similares, ya que es un Estado que consiguió liberarse «de un imperio».
Hizo una brevísima alusión a la muerte de Osama Bin Laden para decir que no era un mártir sino un asesino en masa. Y afirmó que cuando su país acabó con él, Al Qaida ya había demostrado que su estrategia no ayudaba a los árabes a tener una vida mejor.
Para acabar, Obama volvió a la cuestión de la paz entre Palestina e Israel. Aseguró que ahora es incluso más apremiante, e hizo una sorprendente sugerencia de acuerdo: que las fronteras entre ambos sean las de 1967, con concesiones mutuas. Es seguro que hoy le explicará a Netanyahu, el primer ministro israelí que visita la Casa Blanca, las razones de esta propuesta. De momento, este adelantó que «no son defendibles».
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